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El vino y el olfato

Al llegar a un restaurante o bar, veo comensales con una copa y su vino recién servido. Y también observo que comienzan a mover la copa. Hacen bailar al vino y luego beben… pero, ¿saben porque lo hacen? ¡O solo imitan aquello que han visto! Vamos a aclarar el tema porque el olfato es muy importante. ¿Y mejor saber porque se hace… no es verdad? 
 
Vamos por partes. Primero algunos consejos: el mozo o sommelier o si estamos en una casa familia, la persona que sirve, debe verter el vino hasta algo menos que el meridiano. Y para que no caiga una gota al mantel o bien usar un anillo corta gotas o dar un pequeño giro a la botella, que cortara la peligrosa lágrima roja. Bien. 
 
 
Ahora tenemos la copa por el tallo para no dejar los dedos marcados en el cáliz. Acercar a la nariz, sin moverlo. ¿Qué aroma sentimos? Huele agradable y a vino todo, bien… (porque, aunque parezca de Perogrullo el vino ¡debe oler a vino!). Este primer tempo, es para saber si el producto no huele a corcho, o a humedad… que suele pasar… y son defectos generalmente por una guarda inadecuada. 
 
Luego sí, mover el vino en olas lentas, para sentir los aromas propios. El olfato es uno de los sentidos más importantes, sin él resultaría difícil apreciar sabores. He leído que la Universidad Rockefeller de Nueva York demostró en base a un estudio que “se recuerda un 35% de lo que olemos y solamente un 5% de lo que vemos, dejando un 1% para el tacto y un 2% para lo que escuchamos.”  Esto da la pauta de su importancia.

Siempre recordaremos el aroma de esos “asados de obra” que, al volver del colegio, pasando por una construcción, sentíamos ese perfume, porque los albañiles ¡preparaban su almuerzo! Y como nos abría mas el apetito. ¡Solo pensarlo... se nos hace agua a la boca… o vino! Y recordaremos el olor del mar, de una arboleda, un parque, que seguramente traerá también a la memoria imágenes y sentimientos. Así como los olores feos o desagradables.
 
En cuanto al vino, siempre aconseje a aquellos que me escuchaban, que es bueno acostumbrar a la nariz a oler… con todo lo que tuvieran a mano, en sus casas. Para reavivar la memoria olfativa, sean frutas, maderas, vegetales, tabaco, chocolate, mermeladas, comidas, etc. Hay un set de aromas que se pueden comprar y se usan en clases especializadas, para “aprender a reconocer”, pero es posible, si interesa, también hacerlo con lo que haya a mano. 
 
Hasta en el agua hay aromas y sabores, de acuerdo al lugar de donde se extrae. Confirmado esto por un Antropólogo experto en Aguas, Té y Vino, mi amigo el Sr Horacio Bustos (búsquenlo en las redes). ¿Y recuerdan aquel libro famoso El Perfume? Es una fuerte novela del escritor alemán Patrick Suskind donde el protagonista justamente, desde su nacimiento, descubre y percibe el mundo a través del sentido del olfato, que tiene más desarrollado que el resto de las personas. Pero al mismo tiempo, él mismo carece de olor propio. Y es rechazado desde pequeño. Terrible historia que fue llevada también al cine en el 2007.
 
Pero volviendo al vino, ese compañero de tantas oportunidades, hay que disfrutarlo a pleno también en sus aromas… y es interesante por la cantidad de sus facetas, de acuerdo al origen, terruños, cepajes, elaboración y así poder combinarlo armónicamente con los alimentos y situaciones de consumo. Y por supuesto disfrutarlo mejor. No pierdan de vista el consejo y empiecen a entrenar el olfato… 

 

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