La cocina es un asco

Los medios de comunicación están repletos de notas sobre cocina. Hay canales de TV, programas, artículos periodísticos, contenido generado por usuarios y un sinfín de información contándonos las bondades de la cocina y los apetitosos y tentadores alimentos listos para comer que surgen de su seno. El mundo gourmet es un mundo por derecho propio y al parecer el mundo está encantado de que así sea. 
 
Apetitosas entradas, portentosos platos principales y paradisíacos postres pueblan la información que recibimos a diario por todos los medios posibles (públicos y domésticos). La comida es una mega industria que abarca todos sus niveles y es al mismo tiempo una ocupación cotidiana; no hay por lo tanto escape posible y el bombardeo es constante. Incluso nuestro sentido olfativo se ve afectado en las ciudades, que siempre al mediodía huelen a comida deliciosa.
 
Incluso se comenta (en encuentros cara a cara o mediados por la tecnología) que tal chef cocina muy bien o que aquella es la mejor cocinera del país; pero la realidad es que la mayor parte de la gente que habla sobre los profesionales de la cocina, no han probado nunca un solo plato de estas estrellas culinarias. A lo sumo pudo haber ido a uno de sus restaurantes (donde probablemente supervise pero no cocine, en el sentido estricto de la palabra) o pudo haber reproducido alguna de sus afamadas recetas (mutatis mutandis).
 
Todos hablan maravillas de las cocinas y nos muestran unos espacios muy pulcros, con alimentos relucientes y utensilios brillantes. En la TV los cocineros están vestidos para la ocasión, con delantales al tono, de diseño y ropa nueva de canje. Todo es tan perfecto que parece de plástico. Cualquiera que haya pisado una cocina real sabe que esa imagen dista años luz de lo que verdaderamente pasa en ese espacio mágico. Pero fingimos demencia y seguimos adelante, capaz con la secreta esperanza de poder encontrar un secreto, o ideas para una receta.
 
Seamos sinceros, la cocina es el lugar más sucio de cualquier establecimiento, sea una casa, un restaurante o una institución. La cantidad de microorganismos que pululan por las cocinas es mucho mayor que el de un baño; hay muchas más posibilidades, dados los ingredientes que se usan para cocinar y almacenar, de que crezcan colonias de los microbios que se les ocurran. Eso sin contar con los animales macroscópicos, como cucarachas o ratas, vectores de enfermedades, que se hacen un festín cada vez que encuentran con una cocina.
 
Es cierto que uno se esfuerza por limpiar la zona donde se va a cocinar, pero aún así la cocina es un asco (como diría Geertz, que no exista la asepsia absoluta no quiere decir que podamos operar en una cloaca). De hecho varios historiadores comentan el hecho de que las cocinas estaban alejadas de los espacios destinados para comer, debido a la cantidad de operaciones asquerosas que se llevaban a cabo en ese lugar. Claro, cuando no existía la industria que hoy día nos provee de alimentos listos para cocinar, había que hacer de todo, desde matar a los animales, desplumar las aves, trocear las carnes, hasta limpiar las verduras.
 
En general es tan desagradable lo que sucede dentro de una cocina que es mejor no enterarse, la ignorancia es, en este caso, una suerte de escudo protector. Tan asqueroso es lo que sucede, que se inventaron los restaurantes con cocinas abiertas, para que la desconfianza diera lugar a la complacencia. Las cocinas domésticas, dado que tienen una carga menor de producción, no generan tanta basura como las profesionales; aún así hay que andar con mucho cuidado y limpiar y limpiar y limpiar (sabiendo que es una batalla perdida pero necesaria).
 
Mención aparte para el autoritarismo, la violencia y la misoginia que se enseñorea en las cocinas profesionales. La “brigada” de la cocina parece más la brigada de una comisaría que el grupo de artesanos y artistas (?) que brindan satisfacción con cada uno de sus platos. Nada de esto sale en los programas de TV o en los canales de YouTube. Sólo se venden fantasías sin sustento en la realidad; una imitación depurada de lo que puede ser la experiencia de la cocina para la mayor parte de la humanidad. Una cocina edulcorada, sin sazón; diseñada para que finjamos demencia, le sigamos la corriente y alimentemos el show.