Crítica: la presión del numerito

Criticar un vino es complicado. Porque hay tanto puesto detrás de esa botella, trabajo, pasión, que resulta muy shokeante ponerle un número, una categoría tajante.  Por otro lado quien es quien, por más que sepa muuuucho, para decidir que un vino de 88 puntos es peor que uno de 90…

Yo pienso, desde mi pequeño lugar de amante del vino, que es tan difusa la línea entre los grandes vinos y tan importantes para sus productores los resultados puesto en números fríos, que no apuesto a la clasificación.
 
Un vino sí puede ser mejor o peor, mediano o malo,  por supuesto. Puede ser exquisito o masomenos. Puede gustarnos más o puede gustarnos muchísimo más! O nada.

Y para hacer un comentario válido hay que haber probado muchos vinos, comparado, catado, degustado etc , etc… Y también como todos sabemos tiene que ver con la adecuada relación precio-calidad.

Pero hablamos de otro tema. De la presión que significa el numerito. Porque trae como consecuencias la venta, la recepción del público al que va dirigido, la exportación, el triunfo o la decaída.  Se sabe que ya en Grecia antigua o sea unos 500 años antes de Cristo, los expertos comerciantes  ponían junto con descripciones de los vinos,  un juicio de valor.. Y es natural. Para la venta debían catalogarlo la en una franja de precio. Es otra cosa.

Pero últimamente creo que se ha tergiversado el valor de la crítica con puntuación. A tal punto que hay bodegas en el mundo que, dejándose llevar por esos críticos estrella, hacen sus vinos  a medida, al gusto del gurú del momento. Y eso lleva a una uniformidad, a una globalización que no es buena. Porque justamente en la diversidad esta el encanto.

Creo que nosotros comunicadores, desde nuestro lugar debemos tener cuidado y crear otro tipo de clasificación. Que induzca al lector a probar por sí mismo, dándole las herramientas que tiene que ver con sus especificaciones de cepaje, elaboración, el terruño, la guarda y el famoso equilibrio entre la calidad y el precio de venta. Podemos decir si nos gusta o no, dando razones, decir si la calidad de ese caldo condice con el precio en que se comercializa (aunque ese tema prefiero hablarlo directamente con la bodega) . Podemos aconsejar un buen maridaje. Y con todo es ya tenemos bastante para hablar. O simplemente cuando ese producto no llena nuestros parámetros, piadosamente no hablar.