Bodegas Extranjeras: la Invasión Gringa
Según los datos 2009 que nos proporciona el INV, el panorama de la industria muestra unas 226.450 ha cultivadas en Argentina, más de 1300 bodegas, se han elaborado 1.067 millones de litros y se exportaron
222.184 hl . El mercado interno exige cada vez mejores vinos (estamos bebiendo unos 29 litros aproximadamente per cápita por año) y por otro ado, desde el exterior se abre a los productos argentinos la inserción en los mercados internacionales. Todo conlleva a la incorporación de tecnologías de avanzada, mejoramiento de la calidad y a la consulta con asesores internacionales. Este proceso esta acompañado por las agrupaciones de bodegueros con el impulso a la "sanción de leyes como la Ley de Denominación de Origen Controlada, Indicaciones Geográficas e Indicaciones de Procedencia, el Plan Estratégico para la Vitivinicultura Argentina (PEVI) y la constitución de la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR)".
Por otra parte también la realidad nos muestra que no son muchas las bodegas que están aun en manos de sus fundadores. Una buena parte el mundo empresario vitivinícola no es netamente argentino, son empresas basadas en joint venture, asociaciones con bodegueros de otros países vinícolas o directamente con inversión extranjera.
Recordemos la llegada de los franceses de Lurton, Fabre Montmayou, Alta Vista, Clos de los Siete; y a Michel Rolland-; también los holandeses como el grupo Salentein; los austríacos como los Swarovsky de Bodega Norton; suizos como Donald Hess de Bodega Colomé; norteamericanos como Paul Hobbs en Viña Cobos ; chilenos de Trivento. Y nos preguntamos si esta "invasión gringa" resulta beneficiosa.
Los nuevos inversores traen tecnología, consultores mundialmente reconocidos, dan trabajo, abren caminos hacia fuera debido a sus conexiones. La integración del sector es un hecho. Sin embargo, hay diferentes visiones sobre el tema . Consultamos algunos referentes de la industria que nos dijeron sus opiniones. Para Ana Amitrano, (Bodegas Familia Zuccardi) " la llegada de nuevos jugadores al sector vitivinícola argentino es, en general, beneficiosa. Sobre todo, la de empresas o grupos internacionales que tienen experiencia en el negocio. Esto significa que Argentina está en el mapa importante del mercado vitivinícola mundial y que, al igual que lo consideramos nosotros, hay cada vez más gente que percibe a la Argentina con un potencial importante en materia de calidad. Siempre será mejor que haya gente dispuesta a invertir y generar trabajo en nuestro país, y que sea Argentina el destino que elijan en vez de otro país. Además, es competitivamente sano para nosotros como parte de esta actividad, ya que nos obliga a no dormirnos en los laureles y a seguir trabajando cada vez más intensamente en términos de calidad e innovación. Para Argentina lo veo como algo positivo, porque lo mejor que nos puede pasar es que la actividad se expanda en vez de concentrarse, y evitarnos así ituaciones como la de Australia donde pocas bodegas concentran la mayor parte del mercado".
Para Manuel Mas (Finca La Anita) "es beneficioso en el plazo corto, por el aporte de ideas, conocimiento y capital que conllevan estas incursiones. Los últimos años, en que este tipo de situaciones ha proliferado, han generado crecimiento en la industria. Creo que el perjuicio más palpable es el económico en el mediano y largo plazo. Estas incursiones no son hechas con finalidad benéfica sino, como todo emprendimiento comercial, con la mira puesta en los beneficios económicos. Los beneficios que arrojen estas inversiones serán, sin duda, girados a los países de origen de los inversores. Me causa risa oir declaraciones de extranjeros del tipo pseudoromántico: "Me enamoré de estas tierras", "Me enamoré del malbec", etc... Si en nuestro país las tierras, la mano de obra, etc, contrariamente a lo que sucede en realidad, fuesen más costosas de lo que son en sus países de origen, quisiera ver adonde hubiesen ido dar esos enamoramientos".