Desayunos, variedades y diferenciasA comienzos del siglo XX, dentro de la corriente médica que lleva el nombre de Higienismo, se recomendaba consumir cuatro comidas por día. Desayuno, almuerzo, merienda y cena. Hoy en día la ciencia de la nutrición no comparte esos criterios y existen consensos que indican que el número ideal de comidas por día es seis. El sentido común atrasa casi cien años y en nuestras representaciones ideales, el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena constituyen la frecuencia perfecta. Del desayuno suele pensarse que es la comida principal. Combina una prolongada estancia en ayuno, si bien con mínimo gasto energético como sucede durante el sueño, con un momento concreto relacionado con el comienzo de las actividades cotidianas. El despertar, además de provocar una cierta borrachera onírica, viene acompañado de una sensación de apetito. Cualquiera que haya tenido animales domésticos habrá observado que la primera actividad que realizan cuando se despiertan es ir a buscar su plato de comida. Otras actividades fisiológicas manifiestas también pueden legar a expresarse: de allí el oxímoron mañanero de tener ganas de orinar y sed al mismo tiempo. En la naturaleza de los animales que duermen, pareciera que existe una necesidad de incorporar alimentos para recuperar el gasto metabólico realizado durante el sueño. Pero el Homo sapiens no es un bicho al que la naturaleza, en su sentido prístino, pueda doblegar fácilmente. La cultura emerge como escudo, no necesariamente beneficioso, y transforma en una negociación, lo que en otro caso es una imposición. La diversidad caprichosa irrumpe en nuestras vidas y tornamos cotidianas ciertas conductas que en contextos diferentes constituirían una aberración. La cultura y dentro de ella la psicología, pueden lograr que un ser humano se levante por la mañana y la sola mención a alguna clase de comida le provoque náuseas y deba prolongar el ayuno hasta dos o tres horas después de levantarse. O que sienta deseos de un tipo de alimento que otro grupo social considera como una comida nocturna, previa al descanso reparador y que nunca podría acompañar a las mañanas. En la Argentina o mejor dicho en las grandes ciudades del país, el desayuno no cumple un papel muy importante dentro de las comidas cotidianas. Suele ser café con leche en el mejor de los casos. En los demás, el mate, cocido o cebado, es la primer bebida con la que uno toma contacto mientras intenta despegarse de la almohada. En otros casos también se usa el té. El acompañamiento sólido no pasa de galletas, pan o tostadas o facturas. En México los desayunos son muy completos, excesivamente completo para quien sólo toma mate por las mañanas. Huevos, frijoles, chiles, jamones y las infaltables tortillas. Un menú planificado para arrancar la mañana con toda la fuerza. Se beben jugos o atole, que es una bebida hecha en base a maiz (con agua, leche o con el agregado de dulces, chocolates, etc) y que en el norte de la Argentina se conoce como anchi. En Brasil las frutas adornan los desayunos de los hoteles. A las infusiones, se agregan los jugos, pero también los quesos y los fiambres. Los turistas suelen aprovecharlos para evitar luego un almuerzo contundente, haciendo uso del servicio que brinda el hotel. En cada país los desayunos varían y dentro de cada región vuelven a modificarse. Inclusive dentro de cada familia, cada integrante suele tener su propia fórmula para el desayuno. Algunos se levantan con un hambre voraz y otros con náusea. Las opciones son múltiples y más allá de lo que la ciencia de la nutrición prescriba, la decisión queda en nuestras manos. Nunca mejor dicho, ¡que tengan un muy buen día! |