Arqueología del vino en la península itálica

Si hay algo que uno relaciona cuando se menciona Italia, es sin duda el vino (además, si se quiere, del aceite de oliva, los quesos o del calcio o de cualquier otro de los hermosos aportes a la humanidad que han hecho). El vino italiano siempre está presente, sea en las películas o en la literatura, sea en la liturgia eclesiástica o en la liturgia mundana; incluso cuando leemos historias sobre el Imperio Romano. El vino y las vides entonces, serian parte del Mediterráneo y por lo tanto también de la península. 
 
En su artículo científico “The archaeology of wine and wine production in Rome and pre roman Italy” sobre la producción de vino en los tiempos prerromanos y romanos en lo que hoy es Italia, Emilyn Dodd nos muestra con datos como algunas cuestiones que se creían ya saldadas, continúan poniéndose en tela de juicio y produciendo mayor conocimiento. La arqueología es una ciencia siempre en debate y plena de novedades. Si uno no está atento, inmediatamente queda desactualizado. Por un lado, al parecer ya había experimentación con producción de vino de uvas silvestres hace por lo menos 9 mil años, por el otro lado hay múltiples escalas tanto en la producción como en la comercialización y el consumo del vino. 
 
En general la historia se contaba de tal manera que la introducción del vino en lo que hoy es Italia, se había llevado a cabo primero por los griegos hace aproximadamente 3000 años y luego por los fenicios hace 2500 años. Los nuevos datos parecen indicar que ya hace 8000 años se experimentaba con vides silvestres y se producía vino, aunque claro en una escala pequeña. Esto indicaría que las cosas no son tan lineales como se suele suponer, sino que el tipo de uvas que trajeron griegos y fenicios (que fueron adoptadas) lo hicieron en un contexto donde los pobladores ya sabían trabajar las viñas.  
 
La autora habla del “paisaje del vino”, es decir la utilización de múltiples métodos de análisis arqueológicos y antropológicos para poder analizar la configuración de este paisaje. Este contexto implica desde el ecosistema y las variables climáticas hasta las diferentes tecnologías necesarias para desarrollar un producto complejo como el vino. Además, este paisaje no es estático, sino que fue cambiando a lo largo del tiempo, pero en ese cambio no hubo un “borrón y cuenta nueva” sino que una cantidad de técnicas sobrevivieron durante mucho tiempo, mayor de lo que usualmente se creía. 
 
 
 
Durante el imperio romano la producción y comercialización del vino estaba estratificada como la misma sociedad. La diversidad estaba presente en todas las etapas del vino, desde su producción hasta el consumo. Dicho sea de paso, el vino romano era usualmente saborizado, no se bebía “puro” sino que se lo cortaba con diferentes ingredientes, desde agua hasta especias. Con la caída del imperio, allá por el siglo V, se suponía que la producción de vino había mermado, sin embargo, la autora nos muestra datos arqueológicos que resaltan que esa industria siguió siendo floreciente, incluso en la Edad Media. 
 
Hay todavía muchos interrogantes que la ciencia debe resolver, acerca del tipo de producción de la prehistoria, si era local o si se comercializaba, si se usaban uvas silvestres o domesticadas; pero lo mismo ocurre con los períodos más recientes, lo que sucedió en la república o en el imperio proviene muchas veces de las fuentes escritas. Sin embargo, los datos arqueológicos y los nuevos métodos de análisis parecen indicar que no todo fue como lo contaron los textos clásicos.

Pero hay algo que sí queda claro y es la importancia social (y económica) de esta bebida y la complejidad y diversidad de su producción en toda la península itálica. Tanto como bebida cotidiana, así como para ocasiones especiales, el vino ha estado (y sigue estando) presente en la cultura de los pobladores de esta región. Y esperamos que así siga, al menos, por otros 8 mil años.