Tango, morfi, novi y champán
En Buenos Aires, como en Montevideo, el tango rioplatense es plañidero, cautivante, llorón, apasionado, todo eso es nuestro tango, que retrata estampas de arrabal, de otras épocas. El conventillo, el piletón y siempre la mina… sea madre, amante, noviecita o copera… Y generalmente es (salvo la mama del piletón) la traicionera. Pero el Tango tiene también otros ingredientes, como la nostalgia de la tierra que los tanos o los gallegos dejaron allende los mares. Y está presente también el vino triste, el “champán” de la noche en El Chantecler, el “feca con chele”, el café con los amigos, el puchero, el faso, el bar de la esquina, enlazado a la nostalgia, a la mina que se fue, a la noche de farra, a la calle Corrientes o el Bar de la esquina de cualquier barrio. Se pueden rescatar algunas menciones al morfi, pero no hay tanto escrito acerca del tema.
“Los orres ya están hartos/ de morfar salame y pan/ y hoy quieren morfar ostras/ con Sauternes y Champan” escribieron en 1932 Mario Batistella y Manuel Romero en “Se viene la Maroma”. Sin embargo Garufa, al llegar la madrugada, se contenta “con un café con leche y una ensaimada… para rematar esa noche de bacanal”, como lo afirmaron sus autores en 1928, Roberto Fontaina y Antonio Collazo.
El Tabernero (Fausto Frontera/ Miguel Cafre/ Raúl Costa Oliveri) sirve vino al desahuciado del alma que le pide: “Tabernero que idiotizas, con tus brebajes de fuego… sigue llenando mi copa, buen amigo Tabernero, que tengo el alma contenta con tu maldito veneno”.
El protagonista de Atenti Pebeta le indica en 1929: “No vayas a lecherías a pillar café con leche/ morfate tus pucheretes en el viejo Tropezón/ y si andás sin medio encima,/ cantale fiao al mozo…" y también Eduardo Tronge y Salvador Merico escriben en el tango de 1928, Seguí mi consejo: “refrescos, limones y chufas/ no los tomés ni aún en broma/ Piantale a la leche hermano/ que eso arruina el corazón/ mandate tus buenas cañas/ hacete amigo del Whisky/ y antes de comer rociate/ con unos cuantos pernod”.
Pero también hay de todo en la casita del amor secreto… A media Luz. Sucede en “Juncal doce veinticuatro,/ De tarde, té con masitas,/ de noche tango y champán… (Carlos Lenzi y Edgardo Donato, 1925).
Si hubo un lugar emblemático para comer en la madrugada después de una noche de juerga era El Tropezón (Callao al 200). Pero no sólo lo amaban los nocheros tangueros, sino también los periodistas noctámbulos e insomnes, algunos con su máquina de escribir portátil a cuestas (doy fe de ello)… porque se podía comer de madrugada a cualquier hora. Lo recuerda un bello tango (letra y música de Roberto Medina) que dice “Cabaret... Tropezón...,/ era la eterna rutina./ Pucherito de gallina, con viejo vino Carlón./ Cabaret... metejón.../ un amor en cada esquina;/ unos esperan la mina/ pa' tomar el chocolate;/ otros facturas con mate/ o el raje para el convoy”. Y ya en esta época de vértigo, cambió el ritmo, cambió el escenario, pero la esencia es igual. Recordamos a Memphis la Blusera que canta “Las luces se encienden,/ calle Corrientes,/ se llena de gente,/ que viene y que va,/ salen del cine,/ ríen y lloran,/ se aman, se pelean,/ se vuelven a amar/ y en la Universal,/ fin de la noche,/ moscato, pizza y fainá,/ moscato y pizza…”.
Biliografia: Los sabores del Tango, Victor Ego/ Nota de León Benarós: La vaca atada en La Nación 1997/ La Gastronomía En El Tango, Carlos Araujo, 2015.
|